domingo, 7 de febrero de 2016

VIAJE A SEVILLA (27,28 Y 29 DE ENERO)



El día 27 de enero decidí ir a Sevilla a ver a mi chico. Lleva allí desde que comenzó el curso debido a que estudia en una universidad de allí.
El principio de mi viaje empezó por la mañana, cuando mi chico me llamó por teléfono para decirme que era lo que debía hacer para comprar el billete de tren (nunca antes había subido en tren). Tras la llamada me quedó todo muy claro, pero momentos después, por culpa de mis nervios, empecé a mezclar conceptos. Algo muy dado en mí cuando me pongo nerviosa. Decidí dejar los nervios a parte e ir a la estación de trenes a por mi billete. Eran las 4 y media y ya estaba en la estación. Llegué con más de 1 hora de tiempo. Si algo había seguro es que no iba a llegar tarde. Compré mi billete de tren y me senté a esperar con un amigo que me hacía compañía mientras esperaba el tren.
Cuando llegó la hora de coger el tren iba muy nerviosa. Busqué el vagón en el que estaba mi asiento y como no lo encontraba porque no se veía el número (estaba en el otro lado del tren) me subí y decidí buscar desde dentro. Cuando por fin encontré mi sitio, un hombre muy amable me ayudó a guardar la maleta y me senté en mi sitio. Era la primera vez que viajaba en tren e iba sola. No sabía cuando bajarme, ni cuando prepararme, nada. Pero una señora que se sentaba a mi lado me avisó cuando quedaba poco para llegar a la estación de Sevilla. Gracias a ella no me confundí de parada ni me despisté. Al llegar a la estación estaba mi chico esperándome y me llevé la mejor alegría de mi vida. Por fin estaba con él, segura, fuera del tren.
Más tarde, después de andar un rato haciendo ruido con la maleta y de subir al metro, llegamos al piso en el que se aloja. La primera noche llegué muy cansada, pero en cierto modo estaba feliz. Conocí a sus compañeros de piso y me parecieron simpáticos. Pero lo mejor de todo fue dormir. La cama era diminuta, por llamarla de alguna forma. Para una persona es perfecta, pero cuando dijimos de dormir los dos ahí... Acabamos durmiendo apretaditos, lo cual no resultó problema ninguno.
A la mañana siguiente, el día 28, mi chico se levantó temprano porque tenía clases en la universidad y se fue, pero antes de irse me dejó el desayuno preparado en el escritorio. Cuando me desperté y vi el desayuno quise comerme a besos a mi chico. Aun teniendo que irse me había hecho el desayuno.
Por suerte, ese día mi chico salía pronto de la universidad y llegó al piso para hacerme compañía mientras yo estudiaba mis cosas. Sobre las 13:30 empezamos a comer para ir pronto a Sevilla capital a ver la ciudad un poco (en una tarde no iba a dar tiempo a verlo todo), pero al terminar de comer decidimos descansar un poco y reposar la comida así que me quedé dormida en la cama. Me desperté alrededor de las 16:30 y nos adecentamos y salimos a por el metro. Cuando llegamos a la ciudad, nos paramos en una plaza que sale en varias películas: la Plaza de España. Hicimos unas cuantas fotos allí: al paisaje, a nosotros, a otras personas (estas últimas las borramos)... Me encantó estar allí. Había unas barquitas en las que te podías subir y remar durante un rato pero nosotros decidimos ir a ver otras cosas de Sevilla.
Callejeando encontramos una tienda de souvenirs y compramos unas postales (yo colecciono postales de lugares a los que voy). Las calles por las que pasamos me recordaban irremediablemente a las calles de la judería de Córdoba y después vi un cartel en el que ponía: "judería" ; y lo entendí todo. Era una judería, como la de Córdoba. De un detalle del que sí me di cuenta, o al menos mi cabeza lo interpretó así, es que Sevilla está preparada para que en verano haya siempre sombras en las que cobijarse. Había enredaderas, árboles muy anchos, altos y muchas fuentes con agua. Deduje que se debía a los veranos tan calurosos de Andalucía. Todo me estaba encantando, incluso las iglesias a las que fuimos me gustaron. Tenía su encanto ir a ver iglesias y cristos con mi chico. Verle feliz me hacía feliz a mí.
Poco a poco fue anocheciendo y cuando ya volvíamos para buscar una parada de metro, en un bar, pasamos al lado de María León, una actriz que me encanta, sevillana, graciosa, y muy buena actriz, pero como soy tan vergonzosa no me paré a saludar (hecho del cual me arrepiento ahora muchísimo). A pesar de ello me sentía feliz. Me compensaba mucho haber ido a Sevilla aunque solo fuera para dos días. Cuando ya íbamos encaminados a la estación de metro vimos de lejos La Giralda. Pensaba que en ese viaje no la iba a poder ver, pero la encontramos por casualidad. Me encantó, me encantó estar allí en ese momento de mi vida. Me sentía pletórica, llena de felicidad. Me dolían los pies y la espalda de andar pero me daba igual. Estaba radiante de alegría y me sentía ligera.
Tras todo el trote de la tarde que habíamos pasado en Sevilla, llegamos al piso. Cuando llegué todas las sillas me llamaban, me pedían a gritos que me sentara. Estaba muy, pero que muy cansada. Necesitaba cenar e irme a la cama. Y así fue, no antes de ver la película de "Lilo y Stich", que me encanta desde que era pequeña. La película terminó y nos fuimos a dormir. Era la última noche que dormía con mi chico y ¡qué casualidad!, fue la noche que peor dormí. El vecino de arriba dejaba sonar la alarma y sentía el sonido del móvil como si lo tuviera en mi mano. Estaba derrotada, con sueño, pero feliz. Estaba en Sevilla, con mi chico, en su entorno. Nada podía hacer que me pusiera triste.
Cómo la mañana anterior, mi chico tenía clase, así que se fue temprano, pero volvió a dejarme el desayuno preparado para que me lo tomase al levantarme. Me sentía como una princesa. Para compensárselo intenté recoger el máximo número posible de cosas de su habitación, le guardé el cargador del móvil en la mochila, le hice la cama y le quité de en medio todas mis cosas para que pudiera recoger mejor las suyas. Nunca me ha gustado recoger, es más, me considero una persona algo desordenada, pero ese día lo hice con ganas. No me importó ordenar.
Finalmente,  después de comer fuimos corriendo a la estación para subirnos al tren de vuelta. Íbamos a volver a Córdoba para el fin de semana. Había ido todo tan bien que me daba pena irme de allí, pero tenia obligaciones en casa así que no quedó otra alternativa nada más que la de volver. Cuando nos subimos al tren no pude evitar quedarme dormida, pero me desperté a la mitad del camino más o menos. Él estaba medio dormido también. Estábamos un poco cansados de todo el movimiento de los dos días. Habían sido dos días, pero dos días intensos. Al llegar a Córdoba, compró el billete para volver a Sevilla el domingo, y después me subí al autobús que me llevó de vuelta a casa.
Fue un tiempo corto,  quizás menos del que nos habría gustado a ambos, pero fue intenso y bonito, y no me importaría repetir la experiencia e ir en más ocasiones. Me siento bien cuando estoy con él. Todo parece más sencillo. Y sobre todo, me gusta cuando me enseña lugares diferentes a los que estoy acostumbrada a frecuentar.
Viajar es una de mis mayores pasiones, y si son experiencias buenas como esta, considero que vale la pena trasladarse de un lugar a otro. Opino que no es malo abandonar la zona de confort de vez en cuando porque te pueden pasar cosas maravillosas cómo a mí esos días.  Estoy contenta del viaje, de la compañía y del tiempo.
Espero que haya muchas más oportunidades cómo esta y pueda viajar a distintos lugares del mundo. Ese es uno de mis sueños, poder viajar. Y como dijo el sabio poeta Antonio Machado:
"Caminante no hay camino,
Se hace camino al andar"

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