jueves, 11 de febrero de 2016

Mis rimas favoritas de G.A.Bécquer.

Hace tiempo leí el libro de G. A. Bécquer: Rimas y Leyendas y me encantaron sus rimas, pero algunas me gustaron más que otras. Supongo que con algunas me he sentido identificada en alguna parte de mi vida y por eso me gustan tanto. A continuación, escribiré algunas de las que me encantan. Quizás sean muchas y tenga que hacer varias entradas, pero es que Bécquer me cautivó.

XVI

Si al mecer las azules campanillas 
de tu balcón
crees que suspirando pasa el viento 
murmurador, 
sabes que oculto entre las verdes hojas
suspiro yo. 

Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor, 
crees que por tu nombre te ha llamado 
lejana voz, 
sabes que entre las sombras que te cercan
te amo yo. 

Si se turba medroso en la alta noche
tu corazón, 
al sentir en tus labios un aliento
abrasador, 
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo, respiro yo, 

XX

Sabe si alguna vez tus labios rojos 
quema invisible atmósfera abrasada, 
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada. 


XXIV

Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco ensalzadas 
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama. 

Dos notas que el laúd 
a un tiempo la mano arranca, 
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan. 

Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan 
con un penacho de plata. 

Dos jirones de vapor
que del lago se levantan, 
y al juntarse allá en el cielo
forman una nube blanca. 

Dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan, 
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas. 

XXVII

Despierta, tiemblo al mirarte, 
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma, 
yo velo mientras tu duermes. 

Despierta ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean 
sobre un cielo de nieve. 

Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve, 
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere. 

¡Duerme!

Despierta miras y al mirar, tus ojos
húmedos resplandecen, 
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.

A través de tus párpados, dormida, 
tranquilo fulgor vierten, 
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente. 

¡Duerme! 

Despierta hablas y al hablar, vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes. 

Dormida en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende. 

¡Duerme!

Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne. 

De tu balcón las persianas 
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte. 

¡Duerme!

XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón; 
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró. 

Yo voy por un camino: ella, por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor, 
yo digo aún ¿Por qué callé aquel día?
y ella dirá ¿Por qué no lloré yo?



No hay comentarios:

Publicar un comentario