martes, 31 de octubre de 2023

Disfruta de todo lo que eres

Entre pesadillas recuerdas aquellos momentos que te hicieron llorar, que te rompieron el corazón y que aún no has conseguido sacar de tu alma. Dices a todos que está superado, pero ¿realmente lo está?

Pasas noches pensando en qué hiciste mal, en qué fallaste, en qué podrías haber mejorado para que todo lo malo no pasara. 

Pasas noches enteras recordando cuáles fueron tus palabras, tus actos, tus miradas, tus gestos... en busca de algo que te explique qué hiciste mal.

Sabes que pese a lo que te hicieron creer, no fue culpa tuya, o al menos, lo sabes en un alto porcentaje, aunque aún te preguntas si realmente hiciste las cosas mal, si fuiste tú la que fallaste, si no era normal sentirte así, si solamente estabas pagando tus frustraciones y tus miedos con los demás. 

Entonces, poco a poco, notas como ese peso se va... Con cada pensamiento, con cada palabra de aliento, con cada abrazo de tus amigos, con cada sonrisa que te regalan, con el amor de los tuyos...

Poco a poco abres los ojos y ves que sí, que hiciste cosas mal, que rompiste muchos platos hasta llegar al final, pero, también, te das cuenta de que tus platos ya estaban rotos cuando rompiste los suyos. Te das cuenta de que ya no te quedaba nada a lo que aferrarte cuando empezaste a caer. Te das cuenta de que las cosas no son como te las hicieron ver. 

Poco a poco empiezas a darte cuenta de todo lo que has aprendido, de todo lo que sabes que nunca más querrás, que nunca más consentirás. 

Poco a poco empiezas a amarte, a exigirle a los demás que te amen como tú te amas y te das cuenta de que no vales menos que nadie, que tienes fuerza, sueños por cumplir, tus propias metas. 

Y vas dejando todo atrás... vas dejando de llorar... vas dejando de tener esas pesadillas que no te dejan dormir, dando paso a sueños que te recuerdan lo valiosa que eres, los buenos momentos, la familia que te quiere, a tus amigos... Recuerdas que no eres la primera, ni serás la única, pero que con ayuda de las demás, puedes salir de ahí, volver a tu vida, volver a sentirte libre. 

Al final, te das cuenta de que eres una persona increíble, que cualquiera se sentiría afortunado de tenerte en su vida y que, pese a que no eres perfecta, vale oro cada sonrisa que muestras, cada carcajada que das, cada chiste malo que cuentas. Sí, vale la pena, porque así eres tú: alegre, intensa, feliz. 

Dolió, claro que dolió, pero saliste. Ahora tienes toda la vida por delante. Tienes un gran camino que recorrer. 

Sí, recuerda tus errores, porque ser consciente de que los cometiste no es un castigo, pero aprende de ellos, aprende de su origen, aprende a no repetirlos.

Disfruta de la vida, pues dura solamente dos días, disfruta de todo lo que has conseguido, disfruta de las personas que te dan la mano, disfruta de todo lo que eres.

La frustración (8 de abril de 2021)

La frustración es algo natural, incluso necesaria. 

La frustración nos hace darnos cuenta de qué es lo que realmente necesitamos para ser felices. 

La frustración hace que decidamos abrir las alas para volar. 

La frustración nos permite saber que hay algo que no hacemos bien. 

Sí, señora, la frustración también es mala, pero solo si no la comprendes, si no la escuchas, si no la atiendes. 

No tienes que huir de la frustración, sino pararte a pensar en lo que te dice. Esperar para comprender qué es lo que te quiere hacer llegar. ¿Qué es lo que puedo cambiar para que acabe? Hay que preguntarse, pero sin tenerle miedo, sin pensar que es mala compañera, sin obligarla a salir cuando aún no la has escuchado. 

Acepta que todas tus emociones son válidas. No hay emociones buenas o malas. Algunas te ayudan a estar a salvo y mostrarte cuál es el mejor camino para ti. 

Vive, siente y frústrate, pues así descubrirás cuáles son tus límites, cuáles son tus carencias y qué puedes aprender de la vida para crecer, para ser mejor.

Mi momento para ser feliz (8 de abril de 2021)

Sentía como la lluvia hacía que mis miedos, mi ansiedad y mi tristeza resbalara por mis mejillas. Cuanto más llovía, mejor me sentía. Había sido una mal semana. Había tenido muchos problemas y había llegado a odiar mis decisiones. 

Seguí allí, parada durante minutos, horas... no llegué a abrir mi paraguas. La lluvia en la cara aliviaba mis problemas, refrescaba mi corazón. 

Estaba harta de estrés, harta de correr, harta de cargar con todo. Necesitaba huir, sentirme libre. Necesitaba dejar mis pensamientos en pausa, ignorar por un rato mis emociones. 

Mi teléfono sonaba, pero no lo escuchaba. notificaciones, llamadas... nada me importaba. Esa lluvia era para mí y nadie más. Era mi momento de paz. El momento para desconectar. Mi momento para ser feliz. 


Reconócete

Es duro reconocer algunas cosas y, la mayoría de las veces, cuando lo haces, pesa. 

Tendemos a pensar que nuestras armaduras son lo que realmente sentimos, que somos invencibles y que nadie puede sobrepasar las barreras que colocamos a nuestro alrededor; que somos como caballeros en sus justas, librando batallas emocionales. Sin embargo, somos más vulnerables de lo que creemos. Todo lo que vivimos nos afecta de una manera u otra. No necesariamente nos hace daño, a veces solo nos saca una sonrisa, nos hace suspirar o mirar hacia otro lado. No somos conscientes de todo lo que nos afecta ni cómo, pero lo hace. 

Las emociones tienen que sentirse, que vivirse, que amarse. No podemos huir de ellas, pues nos hacen ver la vida de mil maneras diferentes. Según cada día, según cada situación, un mismo hecho puede tener miles de interpretaciones, y podemos sentirnos felices o perturbados con las mismas palabras de la misma persona, con el simple hecho de un cambio en nuestro estado de ánimo. 

Así pues, creo que es importante reconocer las propias emociones, reconocer la propia intensidad, reconocer los miedos, las alegrías, tus propios gustos y pensamientos, porque si los escondes tras una armadura, si creas un muro alrededor de ellos, no serás invencible, ni mucho menos, solo serás esa persona que no se deja ser, que no se deja sentir, que no se deja vivir feliz.