lunes, 19 de diciembre de 2016

Y entonces puse mi mano en su mejilla, le acaricié con el pulgar los labios y me acerqué hasta que me quedé a menos de un centímetro de sus labios. Hacía tanto que no sentía una atracción así por nadie que se me había olvidado lo nerviosa que me ponían esta clase de acercamientos.

Sentí como me temblaba el labio. No iba a poder mantener por mucho tiempo más esa media sonrisa. No iba a poder mantenerme por mucho más alejada de sus labios.

Solo tendría que acercarme un poco más para besarle, ¿qué podría salir mal?

Cerré los ojos, sí, los cerré. No se que fue lo que lo causó, si la poca distancia que nos separaba o las ganas tan incontrolables que tenía de besarle.

De repente, sin darnos cuenta a penas, nos besamos. Todo desapareció a nuestro alrededor. No había nada más que nosotros dos. No había nadie más.

Nos separamos y sonreímos. Parecía que nunca hubiéramos besado a nadie antes. Ambos nos sonrojamos. Éramos como niños, como adolescentes que se dan su primer beso. Fue todo tan rápido, pero a la vez tan lento. Tan breve, pero intenso...

¿Que si sentí las mariposas? Pues no sé si eran mariposas realmente. Solo sé que me sentí bien, increíblemente bien. Extasiada, enamorada. No tendría palabras para describir las sensaciones que me produjeron ese beso. Eran tantas que por un momento creí que iba a llorar. Sin embargo, ahí estaba, mirándole con cara de boba. Mirando como sonreía. Como ese lunar encima de su labio superior le hacía una sonrisa la mar de interesante.

¿Repetiría? Obviamente, no me iba a dejar asustar, no me iba a rendir, tenía que volver a pasar tarde o temprano, esa sensación nunca antes sentida, esas "mariposas", ese beso... TODO.

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