lunes, 27 de febrero de 2017

DÍA 7

Llevaba ya cerca de una hora dando vueltas por la cocina. Me acababa de duchar y llevaba el pelo mojado. Me acerqué a la ventana y miré hacia la calle. La gente pasaba por delante de mi ventana ajenos a todo lo que ocurría a su alrededor. Me senté en un taburete de la cocina y me quedé mirando hacia la nada. No dejaba de pensar en todo lo del día anterior. Estaba convencida de que tenía que hacer algo, pero no había recibido unas instrucciones muy precisas. Decidí pasar el día tranquila en casa, viendo películas, series, etc. Necesitaba desconectar por lo menos un rato de todo lo que me estaba pasando. Abrí mi ordenador portátil y lo encendí en busca de una película que recordaba que tenía guardada. No la encontraba, pero, a cambio, encontré una carpeta que no había puesto ahí. Una carpeta que ponía “IMPORTANTE”. La abrí para ver qué había dentro. Había un documento en el estaban escritos una serie de nombres.


Me levanté del sillón con el portátil y fui hacia mi dormitorio. Dejé el ordenador encima del escritorio y me percaté de que tenía una impresora. Imprimí la lista dos veces, con el fin de darle una a Joel. Las doblé y llamé a Joel.

-          ¿Sí? – dijo Joel al otro lado del teléfono.

-          Joel, soy yo, Diana, tengo algo que podría interesarte – Hice una breve pausa mientras buscaba las llaves en el bolso – Voy para tu casa, ¿estás allí?

-          Sí, estaba estudiando un poquillo – Me dijo riéndose a carcajadas.

-          Vale, pues deja lo que estés haciendo, estoy allí en menos de 5 minutos.


Llegué corriendo a su casa y le di la lista que había impreso para él. Se quedó mirándola en silencio durante un buen rato. Miró la lista y me miró a mí, y así durante 3 o 4 veces.

-          Diana, ¿dónde has encontrado esto? – Me dijo con un tono bastante preocupado.

-          Me lo he encontrado en una carpeta de mi ordenador. La verdad es que no tenía ni idea de que estaba ahí.

-          Me parece realmente interesante esta lista, pero no nos dice mucho, ¿no crees?

-          Bueno – Me quité los zapatos dejando ver mis calcetines de colores – Supongo que será importante. Quizás la haya dejado Carlos ahí. Ese hombre me sorprende cada día más.

-          No lo creo, la verdad. Pero bueno, de todas formas nos viene bien tenerla. Clara, Samuel y Elías están en la lista.

-          Sí, lo he leído. Tenemos que avisar a Carlos. Por cierto, ¿cómo le llamamos?

-          Nunca he tenido la necesidad de llamarle – Se puso muy pensativo y me negó con la cabeza.

De repente, sonó el timbre y ahí estaba, como si nos hubiese estado escuchando. Carlos estaba al otro lado de la puerta con una sonrisa y una bolsa de plástico del supermercado de al lado.

-          Hola chicos, ¿me llamabais? – Me quedé mirándole estupefacta.

-          Carlos, me asustas –Le dijo Joel riéndose.

-          A mí sí que me asustas – le dije yo con un tono algo cortante- ¿Cómo has conseguido esa bolsa? Y no me digas que has estado comprando, porque no te creo.

-          Por suerte – Me dijo mientras soltaba la bolsa encima de la mesa del salón – Tengo más contactos de los que pensáis, aunque los más importantes seáis vosotros – Me sonrió y sacó de la bolsa una caja de donuts.

-          ¿Me puedes explicar que significan estos nombres?

-          Joel, son nombres de los entes que queremos reclutar para ser guardianes. No son completamente malos, y saben de sobra que pertenecen ya al mundo de los muertos, aunque quieran intentar volver. Los que están en negrita son esos a los que hemos logrado convencer, y cómo podéis ver, Clara, Samuel y Elías no lo están.

-          Vale, genial – dije con un tono un tanto sarcástico – Entonces lo que tenemos que hacer es convencerles de que abandonen el “lado oscuro” – Me reí a carcajadas, pero ninguno me siguió.

-          Sí, podría decirse así – Carlos me ofreció un donut pero le dije que no con la cabeza – No tenías que haber encontrado la lista todavía, pero ya le dije yo a Lydia que era un poco arriesgado y que la acabarías encontrando.

-          ¿Quién es Lydia? No nos has hablado de ella – Joel se estaba comiendo un donut así que habló con la boca llena.

-          Es la mandamás de los Guardianes. Yo simplemente soy un mandado, chicos.

Me levanté y me dirigí a la puerta.

-          ¿Sabes dónde están ahora? – dije de una forma seria y contundente.

-          Sí, tienen su sede en la casa abandonada donde te raptaron, Diana. Por eso decidimos…

-          ¿Alejarme de mi casa? – dije dándome la vuelta.

-          Sí, más o menos. – Se acercó a mí – No queríamos que pudieran secuestrarte de nuevo y te llevaron a una casa en la que no te encontrasen.

-          Comprendo – Me senté en el sillón que había más cerca de la puerta. Miré a Joel y estaba comiéndose el último trozo de su donut.

Joel y yo nos quedamos solos. Carlos se había ido corriendo de repente, sin despedirse. Nos quedamos mirándonos y asentimos con la cabeza.

Salimos de su casa y nos dirigimos a la mía, pero fuimos todo el tiempo en silencio, serios, sin mirarnos a penas. Llegamos a mi casa y encendimos de nuevo el ordenador. Empezamos a registrarlo en busca de nuevas pistas pero no encontramos nada. Sabíamos lo que teníamos que hacer, pero no teníamos ni idea de cómo. Nos tiramos toda la tarde buscando en el ordenador pero no hubo resultados. Miré el reloj y me di cuenta de que aún estábamos a tiempo de ir a por el autobús para ir a la casa abandonada. Se lo propuse a Joel y me miró asustado.

-          ¿Qué pasa, Joel?

-          Nada, Diana – me dijo intentando esquivar mis miradas.

-          Te conozco, te pasa algo, cuéntamelo – insistí.

-          He tenido uno de mis sueños, ya sabes – Se estaba quitando algunos pelos cortitos y blancos de su camiseta negra.

-          ¿Qué has soñado? – Le pregunté sentándome enfrente de él.

-          He soñado que entrabas en la casa y mientras les buscabas, caías por las escaleras. Uno de ellos estaba arriba, así que deduzco que te empuja. Cuando me acerco a ti en el sueño ya es demasiado tarde. Te encuentro muerta en el suelo y… bueno, eso.

-          Joel, sé que tus sueños tienen que ver con el futuro y demás, pero escúchame, no va a pasar nada, porque una vez allí no nos vamos a separar. ¿Ok?

Me miró a los ojos y me asintió. Salimos corriendo para llegar a tiempo a la parada. Cuando llegamos no había nadie y nos pareció que ya se había ido porque habíamos llegado unos minutos tarde, pero segundos después llegó el autobús. Subimos y estaba completamente lleno, así que nos quedamos de pie cerca de una de las puertas. Cuando llegamos, nos bajamos corriendo y fuimos hacia la casa abandonada. Entramos juntos y no vimos a nadie. Tenía un aspecto totalmente diferente al de la última vez. Todos los muebles estaban rotos, el sofá tenía manchas que no lograba descifrar, las ventanas tenían las persianas rotas, y alguno de las losas del suelo estaban rotas. Nos dirigimos hacia la planta de arriba para ver si había alguien pero no encontrábamos a nadie. Nos acercamos a la habitación del fondo cuando empezamos a oír unas voces. No entendíamos lo que decían, pero se acercaban cada vez más. Corrimos a escondernos. Las voces se pararon enfrente de nuestro escondite y empezamos a distinguirlas. Aunque hablaban en un idioma que desconocíamos sabíamos muy bien que eran de Clara y Elías. Estaban hablando en un tono muy suave, como si su tranquilidad fuera inmensa.

Me desequilibré y me caí hacia la pared. Se hizo un agujero que armó un gran estruendo al romperse. Clara vino corriendo y nos descubrió. Antes de que pudiera acercarse, Joel me ayudó a levantarme y empezamos a correr. De repente, todas las salidas estaban cerradas, y la única puerta abierta que había era la de la terraza.

-          ¡Subamos! – Le dije a Joel mientras le tiraba del brazo.

-          No, Diana, las escaleras…

Le tiré del brazo más fuerte. El día anterior vi una tubería que aguantaría nuestro peso sin problemas. Empecé a subir las escaleras y noté como Joel tiraba fuerte de mi brazo. Alguien le estaba sujetando la pierna para que no se fuera, pero sólo veíamos una sombra muy oscura.

-          ¡Corre! – Joel me gritaba mientras era arrastrado hacia abajo.

Cuando terminé de subir por las escaleras me encontré con Samuel. Me estaba mirando cruzado de brazos.

-          ¿A dónde te crees que vas? – Me dijo entre risas – Tu amiguito y tú no vais a ningún lado hasta que no me digáis que estáis haciendo aquí.

Le miré y me giré para ver si podía bajar, pero al final de la escalera estaba Elías con un saco bastante oscuro que no me transmitía ninguna confianza. Forcejeé con Samuel, pero como era de esperar, consiguió ganarme y me precipité por las escaleras. Me di golpes en la espalda, en el brazo, en la pierna, y cuando ya pensaba que iba a llegar abajo sin ningún mal irreversible me golpeé la cabeza y me quedé inconsciente.

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